breve historia de la emigracion asturiana

Retelling the stories of the Asturian-American migration.<br>
Recontando las historias de la emigración astur-americana.

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jomaguca
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breve historia de la emigracion asturiana

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La emigración española a América

Perspectivas asturianas.

(1492: la primera emigración. 1898: la segunda conquista)

Trasladémonos “in mente” al año de gracia de 1492. Cristóbal Colón ha peregrinado por las cortes de Europa y, más insistentemente por las de Portugal y España, ofreciendo a sus príncipes la posibilidad de extender sus posesiones a ultramar, a las riquísimas indias, donde se encuentran el oro y la plata, con los que llenar sus arcas, siempre necesitadas, y las especias, con las que favorecer al comercio, restringido porque las rutas de oriente han sido cortadas por los otomanos con la conquista de Constantinopla.

Colón es un desarraigado y un hombre pobre, tiene el perfil típico del emigrante, en realidad lo ha sido siempre, yendo de acá para allá; sus únicas propiedades son su ingenio y sus pretendidos conocimientos de náutica y de geografía, pero lo que de verdad busca es su provecho y salirse de la estrechez en la que se halla, para lo cual está dispuesto a “venderlos”, no ya al mejor postor, porque ello no es posible, sino al príncipe que se los compre, puesto que su empresa no puede ser financiada por banqueros ni comerciantes.

Su empresa necesita del apoyo de un rey que quiera ensanchar sus dominios, para que ellos le provean del oro con el que, a su vez, pueda financiar las campañas en las que los estados modernos se en inmersos para el fortalecimiento del poder real y para la consolidación de los estados-nación que emergen en la en la época.

Es, finalmente, la reina castellana quien decide arriesgarse y acometer la empresa financiera, que a su vez le cuesta a ella el endeudamiento con los prestamistas, para proveer a Colón tan solo de una flotilla de tres naves, con el vano título de almirante y, eso sí, la promesa de hacerle gobernador de todas las tierras que descubra y conquiste.

Finalmente Colón emigra mar adentro, acompañado de otros hombres que buscan, como él, en la aventura de los anchos horizontes marinos, la posibilidad de mejorar los estrechos horizontes de pobreza a los que ven condenadas sus vidas de pobres marineros o ganapanes. En la aventura ultramarina de Colón, iban enrolados varios condenados a muerte, que “compraban” el perdón asumiendo el riesgo –enorme para la época- de adentrarse en el “Tenebroso Mar”, que se suponía terminaba en un inmenso abismo poblado de monstruos.

Es, a partir de aquel 12 de octubre de 1492, cuando se abren a España las puertas de la emigración. Las historias que cuentan los primeros regresados y el propio Colón, hacen nacer en las almas de campesinos y menestrales la ilusión de riqueza y poderío y así se crea una corriente imparable de hombres que sientan plaza en las



continuas flotas reales que se organizan, que van a “conquistar” nuevas tierras para el rey y todas las riquezas posibles para ellos, pues una vez pagado el “quinto real”, los excedentes de oro y de plata quizás les permitirán regresar a sus tierras, no para volver a trabajarlas sino para comprarlas y hacer que otros las trabajen y vienen, acaso y con suerte, con una ejecutoria de nobleza, conquistada por añadidura en las incursiones contra los indios, o quizás comprada al rey con las riquezas que las nuevas tierras de indias, con de se halla El Dorado, les habrán de proporcionar.

Cortés, Pizarro, Alonso de Ojeda, Alvarado, Hernando de Soto, Alvar Núñez, Valdivia, Balboa y un largo etcétera... ¿qué son sino emigrantes?. Sus armas, sus caballos, sus flotas y sus técnicas de guerra... ¿qué son sino utensilios y herramientas para lograr sus propósitos? La cédula real, refrendando y financiando sus empresas, ¿qué es sino la póliza de un préstamo bancario que habrán de devolver con intereses entierras, súbditos y oro?; los nombramientos de Capitán General, Adelantado, Almirante o Gobernador, ¿qué son sino títulos vanos escritos sobre un papel, con la retensión de dar cobertura legal al expolio de la conquista? ¿En nombre de qué derecho se ocupan tierras pertenecientes a otras gentes? ¿En mérito a cristianizarlas o a civilizarlas? Pero consideraciones éticas aparte, lo cierto



es que el conquistador, así llamado por el refrendo real, no es en realidad otra cosa que uno pobre emigrante, buscador de la fortuna y de las oportunidades que su patria le niega, bien por desigual reparto de la riqueza y de la tierra, bien por una escasez material de medios, bien por un derecho civil que instaura mayorazgos y deja en la miseria a los segundones.

Será sólo bastantes años después, ante el éxito de la empresa y la enormidad de las tierras conquistadas, cuando los reyes empezarán a tomarse en serio su misión real y enviarán a otro tipo de emigrantes, que esta vez es un funcionario más ilustrado, llamado real visitador, el cual observa e informa a la corte, ara que la burocracia oficial establezca la maquinaria adecuada que garantice la gobernabilidad de los nuevos territorios, lo que, en castellano claro, quiere decir; recaudar impuestos y fiscalizar, intervenir y controlar y así se crean virreinatos, reales audiencias, chancillerías, capitanías generales estables y se trasplanta a América toda la complicada máquina administrativa.

Desde época temprana Asturias es tierra de emigrantes, Región pobre. La revolución industrial y la prosperidad de ella derivada, no llega a Asturias hasta bien entrado el siglo XIX, y aún en época reciente, puede verse en las pinturas de Evaristo Valle y en las de Nicanor Piñole, la estrechez de la vida campesina de esta región, por la que el crítico inglés P. Konody, ante una exposición de Valle en Londres, le calificó como “el pintor de la Asturias pobre”, de difícil agricultura, escaso comercio, escondida tras una cordillera que dificulta su comunicación con Castilla y en la que los invasores islámicos no encontraron atractivo de ningún tipo para apropiársela, sus gentes, mayoritariamente ocupadas en una economía de subsistencia, pronto se ilusionan con el posible mejoramiento ultramarino, sobre todo cuando surge el empresario que, en nombre del rey, comienza la aventura de la conquista de un territorio americano: “La Florida”.

Este primer emigrante asturiano fue D. Pedro Menéndez de Avilés, nacido en la villa de Avilés el 15 de febrero de 1519 y que por sí solo merecía un estudio exhaustivo. Su historia y peripecia personal es bien conocida de los avilesinos. Este tema ha sido tratado repetida y documentadamente por el Cronista Oficial de la Villa de Avilés, D. Justo Ureña. Don Pedro abrió para la emigración, el camino de América nuevamente. La empresa es de gran envergadura, pues las capitulaciones reales le



facultan para: “tomar posesión de aquellas tierras en nombre de su majestad, expulsar al corso, expulsar de ellas a todas cuantas personas no estuvieran sometidas al dominio real, implantar la fe católica, desterrar la idolatría y señalar puertos y bajíos para levantar cartas de marear”. Pero tras toda esta “cortina de humo”, está la posesión y la conquista, empresa a la que asocia a sus familiares y amigos, tanto para establecerse en aquellas tierras, como para participar económicamente como asociados.

Tal como las aventuras de Pedro Menéndez, que acabamos de reseñar muy esquemáticamente, hubo a lo largo de los siglos XVI al XIX una gran multitud y, a medida que se ensancharon los dominios americanos, fueron más y más los hombres que emigraron y buscaron allá su fortuna.

Nuestros reyes se aprovecharon de las riquezas que consiguieron estos emigrantes para oras aventuras personales que en nada beneficiaron a España. Ello queda bien reflejado en los versos de Quevedo, relativos al oro; “Nace en la Indias honrado, donde el mundo le acompaña, viene a morir en España y es en Génova enterrado”

Según otra versión: “y es en Flandes enterrado” lo que quiere decir que el oro americano pasaba por aquí, servía para hacer levas y pagar soldadas, producía distorsiones inflacionarias y se empleaba, finalmente, en las guerras europeas, cuyos anticipos habían efectuado los banqueros genoveses, a quienes había que



amortizar su financiación. Sin embargo, es a raíz de la independencia de las colonias americanas, cuando comienza un considerable flujo de españoles a sentir nuevamente la atracción de “El Dorado”; son allá bien recibidos por las antiguas colonias pues la independencia les ha abierto los caminos de la libertad de comercio y, en realidad, a aquellos países, ricos por naturaleza, les falta el elemento humano necesario para hacerla florecer y desarrollar, con lo que las oportunidades para cuantos allá se van con afán de prosperar y voluntad de trabajo, espoleados por la estrechez familiar y las escasas posibilidades que ofrece la patria, son de considerable envergadura.

Uno de estos nuevos conquistadores es el también avilesino José Menéndez, cuyo apellido, casualmente, coincide con el de su paisano del siglo XVI, Pedro el Adelantado de la Florida, y es evocador de éxitos pasados que, como veremos y salvando las distancias históricas, no desmerecieron en absoluto de los de su ilustre predecesor.

Nace Don José Menéndez el 2 de noviembre de 18946 en Miranda, parroquia del concejo de Avilés. La pequeña parroquia de Miranda, también tuvo la gloria de dar en el siglo XVII otro hijo ilustre: Don Juan Carreño de Miranda, pintor de la corte de Felipe IV y Carlos II, de humilde familia que le embarca para Cuba en 18960, a la corta edad de catorce años. Desde la Habana, donde ya había intuido otras mejores



posibilidades, se trasladó seis años después a Buenos Aires, donde rápidamente se hizo notar por sus extraordinarias dotes de comerciante y de empresario, las que le hicieron subir imparablemente en la escala social en relativamente pocos años, hasta el punto que el día 15 de febrero de 189989 ya tenía la importancia y las riquezas suficientes como para reunirse en Punta Arenas con los presidentes de Chile y de Argentina, reunión de la que salió el protocolo para la colonización de La Patagonia, cuyo protagonismo a él correspondió, siendo conocido muy poco después como “El Rey de la Patagonia”, título que él aceptaba con humor, pero suponemos que también con legítimo orgullo.

Aparte de muchas y muy importantes realizaciones, como la constitución de una compañía naviera de más de cincuenta unidades, fundó en 1909 la sociedad Importadores y Exportadora de Patagonia, con sede en Buenos Aires y dos años después la importante sociedad Ganadera y Comercial Menéndez-Betey, con sede en Punta Arenas, con lo que podemos decir que dominaba el país de norte a sur. El gobierno le concedió la Gran Cruz de la
Real y Muy Distinguida Orden de Carlos III, seguramente en agradecimiento a la astronómica cantidad, en aquel entonces, de un millón de pesetas, con la que voluntariamente contribuyó a los gastos de la guerra de África. En Santander, donde desembarcó en uno de sus frecuentes viajes a España, fue recibido por el rey Don Alfonso XIII, quien le abrazó y le dijo estas palabras: “es usted de raza de conquistadores y digno representante de ellos”.

Falleció Don José Menéndez en Buenos Aires el 24 de Abril de 1914 y su testamento es pregonero de su grandeza de alma, pues donó todos sus bienes a instituciones de caridad y a fundaciones culturales, tanto americanas como españolas. No podemos relacionar, como es lógico, a todos cuantos emigrantes asturianos “conquistaron América”, pero sí asegurar que fueron muchos los que allí hicieron una regular fortuna, que una vez repatriada, sirvió para impulsar negocios en esta provincia.

Cercana a Llanes, está el interesantísimo “Archivo de Indianos”, en el que se recogen cartas, escrituras, relación de personas e inventarios de bienes públicos, por ellos cedidos a sus diversos lugares de origen, así como anecdotarios, recortes



de prensa y diversa documentación ilustrativa de este movimiento migratorio cuyo reflujo sirvió para enriquecer a Asturias. Fue esta casa mandada construir por Don Iñigo Noriega Laso, relevante personaje de la emigración, y ofrecida al presidente de México Porfirio Días como residencia, cuando hubo de exiliarse tras la revolución mexicana. La importante personalidad de Iñigo Noriega, merece que le dediquemos un espacio.

Nació de humilde familia, el 21 de mayo de 1853 y a los catorce años, casi sin estudios primarios, emigró a México en cuya capital, sin recursos económicos de ninguna especie, empeñó a trabajar en los más humildes oficios y aprovechando su tiempo libre para procurarse la instrucción de la que carecía. Dedicado con ahínco a los negocios, comprometió sus pequeños ahorros en empresas que prosperaron y asociándose con otros fundó hilaturas, cigarreras, explotaciones agrícolas y empresas de importación a gran escala, así como circuitos de distribución alimentaria, llegando a conseguir una gran fortuna que le permitió abordar empresas



más ambiciosas, como la construcción del ferrocarril de Río Frío, que unía varias grandes haciendas de su propiedad con la capital de México. Compró la isla de Jico y, sobre lo que fuera palacio de Hernán Cortés, construyó una suntuosa residencia y llegó a ser un personaje de tanta influencia en el país que el propio presidente Porfirio Díaz le otorgó su confianza. En 1911 negoció con Ernesto Madero, para tratar de detener la revolución, al final de la cual fue perseguido por el general Huerta y hubo de regresar a España, pero ello no desanimó su valentía ni su espíritu emprendedor, volviendo a establecerse en los Estados Unidos, donde continuó cono sus importantes negocios, uno de los cuales fue un extenso cultivo de algodón en Texas, hasta que el nuevo presidente de México, Venustino Carranza, le hizo volver y le repuso de cuantos quebrantos económicos le había causado la revolución. La reina María Cristina le condecoró con la Gran Cruz del Mérito Naval y con la Orden de Alfonso XII, por su ayuda valiosísima en la guerra de Cuba. Murió en Ciudad de México en el año 1920.

Hemos de referirnos también a personajes tan importantes en este colectivo como a Don Leopoldo González de Carvajal y Zaldúa, primer marqués del Pinar del Río, título otorgado por el rey D. Alfonso XII, en mérito a su labor en Cuba y que entre otras cosas, regaló a la villa de Avilés la primera fábrica y red de alumbrado eléctrico, y en



otro nivel, menos brillante, pero no menos eficaz, entre la pléyade de asturianos que ejercieron allá el comercio, cabe citar a Don Antonio Gutiérrez Álvarez, de familia con origen santanderino, pero afincado en Avilés, que tras ejercer importantes negocios en América, regresó y fundó una casa comercial con sede en Liverpool que se dedicaba a la importación y exportación con España de productos alimentarios, principalmente, sin excluir otros de muy variadas clases, siendo también armador de buques. Asoció a sus empresas a un cuñado suyo, D. Victoriano Fernández Balsera, en quien delegó los negocios de importación y exportación y, posteriormente, junto con hombres de negocios españoles e hispanoamericanos, se dedicó a las altas finanzas, fundando una compañía de seguros, que, tras fusionarse con otras y crecer en importancia, se integró en “La Unión y el Fénix Español”.

D. José Antonio Rodríguez, fundador de “El Palacio de Cristal” en Cuba y asiduo colaborador en el “Diario de la Marina” de la Habana, donde hizo popular el seudónimo de “Bartolo” y que a su regreso fue fundador y consejero del Banco de Gijón y alcalde de Avilés.

Así mismo D. Primitivo Suárez, fundador de otros grandes almacenes en la Habana llamados “La Isla de Cuba”, menos afortunado en su regreso por los controles castristas, pero cuyo esfuerzo es sin duda meritorio.

Y, para terminar, dos figuras señeras del comercio: D. José Fernández, cariñosamente conocido como “Pepín Fernández”, natural de grado, que tras hacer su fortuna en América, fundó en Madrid dos grandes emporios: “Sederías Carretas” y “Galerías Preciados”, así como su pariente y paisano D. Ramón Areces, cuya similar trayectoria americana, culminó en España con la creación del gigante “El Corte Inglés”.

Ciertamente, como es lógico, no todos los que emigraron tras la independencia colonial, volvieron enriquecidos siendo muchos también los que se quedaron allá, donde al igual que sus antecesores del siglo XVI, encontraron una vida nueva y otros horizontes distintos, pero sí es verdad que su presencia e influencia en aquellos países fue muy notoria. El Centro Asturiano de la Habana, en Cuba, no



significó simplemente la constitución de una sociedad de recreo, fraternidad o socorros mutuos para emigrantes asturianos, fue algo mucho más importante; sus obras asistenciales, como la “Quinta Covadonga”, hospital modélico, con una maternidad y una residencia de ancianos, es sobradamente conocida, así como otras fundaciones y sociedades filiales que tuvieron gran trascendencia, no solamente para la colonia asturiana, sino también para toda la sociedad habanera.

Y así podríamos seguir, haciendo interminable este artículo, pero nos parece que ya hemos demostrado suficientemente que la emigración post independencia, fue la verdadera conquista de “El Dorado” y rindió a España los dividendos sociales y económicos que le negó la tan alabada “Epopeya Americana” y, auque nos hemos fijado, brevemente y por razones temáticas, en solo algunos de los emigrantes asturianos, por lo que concierne a emigrantes distinguidos de otras provincias, podríamos hacer una lista interminable, pero, solo por citar a alguno, nos parece oportuno acotar con dos ejemplos ilustres: En Santander, el Marqués de Comillas y



en Cataluña el Conde de Godó, el movimiento fue similar en todas las provincias españolas; unas con más y otras con menos, casi todas participaron del flujo de riqueza ultramarino, baste decir, como botón de muestra, que el Banco Hispanoamericano, (hoy BSCH) fue fundado por emigrantes repatriados y enriquecidos y que, por su mediación e influencia, así como por su visión certera de la modernidad, aprendida en América, se fundó en España, con capital mixto, la Compañía Telefónica Nacional de España, hoy “blue chip” de nuestras bolsas y protagonista del progreso tecnológico español.

Para terminar, no podemos dejar de hacer referencia a la enorme preocupación por el progreso y por la cultura de su patria que demostraron todos los emigrantes a quienes nos hemos referido. Todos ellos contribuyeron, en la medida de sus posibilidades, a la fundación de escuelas, a la creación de becas o a la creación de importantes fondos y fundaciones culturales y científicas que son honra de su memoria. El dramaturgo Alejandro Casona comentaba, a propósito de las escuelas fundadas en Miranda por Don José Menéndez, “El Rey de la Patagonia”: “En aquellas escuelas aprendí yo a leer...” y de su extraordinaria sensibilidad social,



pues en su pensamiento latía la idea de que con mayor cultura, con mejor educación, se haría una España más industrial y mejor desarrollada, con oportunidades para todo el mundo y en la que nadie tuviera que emigrar a otros países para ganarse la vida, como lo habían tenido que hacer ellos, conociendo la dureza y el sacrificio que comporta el alejamiento de la familia y de la patria.

Esta noble actitud contrasta llamativamente con el displicente distanciamiento y mal disimulado desprecio con el que ciertos sectores sociales –y aún intelectuales- se producen en su trato con las gentes que bien por necesidad, tradición familiar o por circunstancias de cualquier índole, dedican su vida al comercio, a las cuales, sin embargo, se adula descaradamente cuando se trata de reunir fondos para cualquier actividad que carezca de la subvención oficial correspondiente.



Fernando Álvarez Balbuena


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(Fernando Álvarez Balbuena es miembro fundador de la Sociedad Económica de Amigos del País de Avilés, en cuya revista aparece publicado por primera vez el presente artículo)
Raquel M
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Post by Raquel M »

Un articulo fascinante!!!
cacostam1
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Re: breve historia de la emigracion asturiana

Post by cacostam1 »

Excelente aporte tomare gran parte para mi blog
Jasm
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Joined: Sat Nov 28, 2015 3:08 pm
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Post by Jasm »

Sobre Galerias Preciados y El Corte Inglés, la figura es el moscón César Rodríguez, y todos ellos aprenden en Cuba, en un negocio creado por Asturianos de Villaviciosa, El Encanto de La Habana, El Corte Inglés ya existía en Madrid desde el s. XIX como un tienda, Javier Cuartas ha hecho la biografía en un libro ha esta empresa. Y Pilar Toboso hizo la biografía de Pepín
http://historiasjasm.blogspot.com/2017/ ... pa-no.html
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