Pedro de Valdés, un marino perdedor

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felechosa
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Pedro de Valdés, un marino perdedor

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El yerno de Pedro Menéndez de Avilés, descubridor de La Florida, ejemplifica la gran tradición marítima del Principado, explicada en el libro «Nobleza y Ejército en la Asturias de la Edad Moderna»

Se llamaba Pedro de Valdés, fue un marino asturiano que dedicó 50 años de su vida a servir a la Corona. Fue teniente general, almirante, capitán general y gobernador. Ostentó un gran poder, pero murió ciego y arruinado. Y tiene tras de sí dos episodios casi cinematográficos, llenos de sombras y de sangre. Es uno de los protagonistas del libro «Nobleza y Ejército en la Asturias de la Edad Moderna», del que son coordinadores la profesora titular de Historia Moderna de la Universidad de Oviedo, Ángeles Faya, y el becario del Plan Regional de I+D+I, Evaristo Martínez-Radío.

«Un libro que rompe el tópico de la nobleza ociosa», dice Faya. Una nobleza que copa los altos cargos de la Administración, que se dedica a las armas, pero también a la Iglesia y, sobre todo, al mar. Varios llegan a generales de la flota de Indias, sobre todo a lo largo del siglo XVI en el reinado de Felipe II. Llegan a base de experiencia, como es el caso del archifamoso Pedro Menéndez de Avilés. «Tenía un barco y actuaba de corsario controlando el tráfico marítimo en el Norte de España, que estaba muy mal defendido. Era la mejor escuela. Nos encontramos con marinos de Gijón y de Avilés, pero también con gente del interior, incluso de concejos como de Somiedo».

Estamos hablando de una nobleza pobre «y la pobreza los lanza al mar», dice Ángeles Faya. Pero también al comercio, aunque de eso hay menos datos porque un noble comerciante, sobre todo si se trata de al por menor, no estaba precisamente bien visto.

Pedro de Valdés probablemente nació en Gijón, como apunta Lucía Fernández Secades, autora del capítulo. Quizá 1544 sea el año de su nacimiento, pero la falta de documentación impide mayores concreciones. Se sabe que comenzó su carrera militar como soldado a las órdenes del virrey de Nápoles, y en Italia se pasó cinco años peleando contra los turcos. Pedro Menéndez de Avilés le enrola en la expedición que sale de Cádiz en junio de 1565 rumbo a la Florida y, entre sus «hazañas», se cuenta la matanza de más de doscientos franceses a cuchillo en el fuerte de Santa Elena, eliminando la presencia gala en las costas de Florida. Pronto se convirtió en el almirante de la flota.

En 1575 manda como capitán general una armada hacia los conflictivos Países Bajos en plena rebelión flamenca, pero su protagonismo para la Historia viene años más tarde, en 1588, de la mano de la Armada Invencible. Explica Lucía Fernández que «Pedro de Valdés era capitán general de la escuadra de Andalucía con «Nuestra Señora del Rosario» como nave insignia. El primer enfrentamiento bélico entre la armada inglesa y la española tuvo lugar el 31 de julio, un combate que no tiene una importancia relevante pero que marcará la suerte de Pedro de Valdés».

En efecto, el «Nuestra Señora del Rosario» choca presumiblemente con otro navío español y queda averiado. La nave mandada por el marino asturiano se queda rezagada del resto de la flota española. Al amanecer del 1 de agosto se da la peor de las alternativas posibles: al buque español lo encuentra el «Revenge» de Francis Drake. Leemos en el libro: «Nuestra Señora del Rosario» era un imponente galeón, uno de los más grandes de la armada con gran cantidad de cañones pesados. Si a ello añadimos los hombres que llevaba a bordo, que aún no habían tenido ocasión de luchar, resulta incomprensible que no hicieran frente al inglés. Parece claro que aunque no hubiesen salido victoriosos del combate podrían haberse defendido por un tiempo considerable e incluso infligir daños al enemigo. Pero lo que la Historia nos cuenta es que Pedro de Valdés se entregó».

Las consecuencias de aquella dejación fueron terribles para la Armada. Los ingleses se hicieron con un auténtico arsenal militar y con 50.000 ducados de oro. «Por qué no explotó o dejó inservible la pólvora, por qué no destruyó la artillería y las armas y por qué no lanzó el dinero al agua son preguntas que los historiadores se hacen y que no contribuyen a dejar en buen lugar al asturiano». Nunca el corsario Drake lo tuvo tan fácil, apresó a Pedro de Valdés y lo llevó a Inglaterra donde sufrió cinco años de cautiverio. Fue liberado en un trueque de presos y tras pagar una considerable fortuna que dejó en enaguas el patrimonio familiar.

Lo cierto es que a pesar de aquel fiasco, y tras una larga estancia militar posterior en Flandes, Felipe III lo manda llamar para nuevas operaciones. Sorprendente porque el fracaso de «Nuestra Señora del Rosario» no fue el único. Unos años antes, un mal cálculo militar por su parte aboca al fracaso la expedición de conquista y control de las Azores. Se dice que Pedro de Valdés actuó por su cuenta, convencido de una información interna que resultó falsa. Acabó en la cárcel por orden del rey. El último servicio a la Corona fue en 1602 como gobernador y capitán general de Cuba. Junto a él viajó su primogénito, Fernando de Valdés, que comenzaba su carrera militar.

Pero Pedro de Valdés es protagonista, muy a su pesar, de otro hecho sorprendente. Poco antes de 1568 contrae matrimonio con Ana Menéndez de Avilés, hija del Adelantado de la Florida, tras haber concedido Felipe II la licencia real. Estuvieron casados tan sólo dos meses, porque Ana muere. Pero no de muerte natural. A Ana Menéndez de Avilés la asesinan. «Según todas las fuentes» -dice Lucía Fernández Secades- «a la joven la matan su suegro y su cuñado», es decir el padre y el hermano de Pedro de Valdés. «Tenemos algunas referencias vagas que hablan de una conducta deshonrosa en la mujer de Pedro de Valdés, y que informado de ello Juan de Valdés -así se llamaba el padre del marino- decidió salvaguardar el honor de la familia».

Pedro Menéndez de Avilés pide con toda probabilidad justicia al rey para aclarar el asesinato de su hija y el rey se la concede. Les embargaron todos sus bienes y fueron condenados a muerte y degollados. En pocos meses Pedro de Valdés pierde a su joven esposa, a su padre y a su hermano. No se tiene constancia de que se hubiera casado de nuevo, aunque tuvo varios hijos.

La biografía de Pedro de Valdés es la más jugosa de cuantas aparecen más o menos perfiladas en «Nobleza y Ejército en la Asturias de la Edad Media». En el libro, Lidia Anes escribe sobre las Milicias de Indias, Helena Carretero indaga en torno a Pedro Menéndez de Avilés y la casa de Canalejas; Juan Díaz Álvarez estudia el linaje de Santa Cruz del Marcenado, y la profesora Ángeles Faya explica los servicios a la Corona y el ascenso social de la nobleza asturiana. Además de Lucia F. Secades, participan en el libro Marta López Bahamonde, con el capítulo «Los Queipo de Llano, condes de Toreno», y Evaristo Martínez-Raído con «Asturias ante la guerra de la Independencia» y «La sociedad asturiana y la Guerra de Sucesión».
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